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Romances

A LA CORTE VAS, PERICO (726)

A LA CORTE VAS, PERICO (726)

A la Corte vas, Perico;
niño, a la Corte te llevan
tu mocedad y tus pies:
Dios de su mano te tenga.


Fiado vas en tu talle,
caudal haces de tus piernas;
dientes muestras, manos das,
dulce miras, tieso huellas.


Mas, si allá quieres holgarte,
hazme merced que en la venta
primera trueques tus gracias
por cantidad de moneda.


No han menester ellas lindos,
que harto lindas se son ellas:
la mejor fación de un hombre
es la bolsa grande y llena.


Tus dientes, para comer
te dirán que te los tengas;
pues otros tienen mejores
para mascar tus meriendas.


Tendrás muy hermosas manos,
si dieres mucho con ellas:
blancas son las que dan blancas,
largas las que nada niegan.


Alabaránte el andar,
si anduvieres por las tiendas;
y el mirar, si no mirares
en dar todo cuanto quieran.


Las mujeres de la Corte
son, si bien lo consideras,
todas de Santo Tomé,
aunque no son todas negras.


Y si en todo el mundo hay caras,
solas son caras de veras
las de Madrid, por lo hermoso
y por lo mucho que cuestan.


No hallarás nada de balde,
aunque persigas las viejas:
que ellas venden lo que fueron,
y su donaire las feas.


Mientras tuvieres que dar,
hallarás quien te entretenga,
y en expirando la bolsa,
oirás el Requiem aeternam.


Cuando te abracen, advierte
que segadores semejan:
con una mano te abrazan,
con otra te desjarretan.


Besaránte como al jarro
borracho bebedor besa,
que, en consumiendo, le arrima,
o en algún rincón le cuelga.


Tienen mil cosas de nuncios,
pues todas quieren que sean
los que están, abreviadores,
y datarios, los que entran.


Toman acero en verano,
que ningún metal desprecian:
Dios ayuda al que madruga;
mas no, si es andar con ellas.


Pensóse escapar el sol,
por tener lejos su esfera;
y el invierno, por tomarle,
ocupan llanos y cuestas.


A ninguna parte irás
que de ellas libre te veas:
que se entrarán en tu casa
por resquicios, si te cierras.


Cuando tú no conocieres,
tantas hallarás doncellas:
que los virgos y los dones
son de una misma manera.


Altas mujeres verás;
pero son como colmenas:
la mitad, güecas y corcho,
y lo demás, miel y cera.


Casamiento pedirán,
si es que te huelen hacienda:
guárdate de ser marido,
no te corran una fiesta.


Para prometer te doy
una general licencia,
pues es todo el mundo tuyo,
como solo lo prometas.


Ofrecimientos te sobren,
no haya cosa que no ofrezcas:
que el prometer no empobrece,
y el cumplir echa por puertas.



La víspera de tu santo
por ningún modo parezcas:
pues con tu bolsón te ahorcan
cuando dicen que te cuelgan.


Estarás malo en la cama
los dias todos de feria;
por las ventanas, si hay toros,
meteráste en una iglesia.


Antes entres en un fuego
que en casa de una joyera,
y antes que a la platería
vayas, irás a galeras.


Si entrar en alguna casa
quieres, primero a la puerta
oye si pregona alguno:
no te peguen con la deuda.


Y si por cuerdo y guardoso,
no tuvieres quien te quiera,
bien hechas y mal vestidas
hallarás mil irlandesas.


Con un cuarto de turrón
y con agua y con gragea,
goza un Píramo, barata,
cualquiera Tisbe gallega.


Si tomares mis consejos,
Perico, que Dios mantenga,
vivirás contento y rico
sobre la haz de la tierra.


Si no, veráste comido
de tías, madres y suegras,
sin narices y con parches,
con unciones y sin cejas.
que aun muerto y en el sepulcro
no le ha valido la iglesia.


¿Qué culpa tiene el buen Conde
de los catarros y reumas?
Que él fue fundador del pueblo,
mas no del dolor de muelas.


Pues al buen Pedro Mïago
yo no sé por qué le inquietan,
que él en lo suyo se yace
sin narices ni contiendas.


El ser chato no es pecado:
déjenle con su miseria;
que es mucho que, sin narices,
tan sonado español sea.


Culpa es del lugar, no es suya,
aunque suya sea la pena,
pues sus fríos romadizos
gastan narices de piedra.


Dejen descansar tus muertos,
ciudad famosa y soberbia,
pues mirada sin pasión,
tienes muchas cosas buenas.


Para salirse de ti
tienes agradables puertas,
y no hay conserva en el mundo
que tan lindo dejo tenga.


¿Hay cosa como tu prado,
donde cada primavera
en vez de flores, dan caspa
los árboles, si se peinan?


Yo sí que digo verdades,
que la pasión no me ciega
de ser hijo de Madrid
y nacido en sus riberas.


En cuanto a mudar tus armas,
juzgo que acertado fuera,
porque solos los demonios
traen llamas en sus tarjetas.


La primer vez que las vi
te tuve en las apariencias
por arrabal del Infierno
y en todo muy su parienta.


Mas ya sé por tu linaje
que te apellidas cazuela,
que, en vez de guisados, hace
desaguisados sin cuenta.


No hay sino sufrir agora,
y ser en esta tormenta
nuevo Jonás en el mar,
a quien trague la ballena.


Podrá ser que te vomite
más presto que todos piensan,
y que te celebren viva
los que te lloraron muerta.


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