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Silvas

EN CÁRCEL DE METAL, ¡OH ATREVIMIENTO! (144)

EN CÁRCEL DE METAL, ¡OH ATREVIMIENTO! (144)

En cárcel de metal, ¡oh atrevimiento!,
que al cielo, si es posible. da cuidado,
¿quieres encarcelar libre elemento,
aun en las nubes nunca bien atado?
¿Al fuego, que no sabe
obedecer ni perdonar, te atreves?
¿Al que sólo en la mano de Dios cabe,
cerrar pretendes en clausuras breves?
¿Cómo, di, de los rayos del verano
no aprendiste, tirano,
ya que a temerle no, a respetarle?
Antes pruebas, solícito, imitarle,
sin ver que, presumiendo de hacerle,
sólo podrás llegar a merecerle.
Torres derrama el viento impetüoso.
¿No te son escarmiento lastimoso
tantas cenizas que ciudades fueron
cuando el troyano muro y Roma ardieron?
De la diestra de Dios omnipotente
deja sólo tratarse el fuego ardiente.
Ministro de sus iras va delante
de su faz radiante,
llevando los castigos
a todos los que son sus enemigos.
¿No ves que es su arandeza
tal, que Naturaleza
le dio como monarca de elementos
los últimos asientos,
y que, en su llama entonces justiciera,
el postrer día espera?
Deja, pues, las prisiones que le trazas;
no le desprecies, ignorante y ciego,
tan duras amenazas.
Jamás se conversó con hombre el fuego;
en él ninguno vive,
y de él cuanto hay acá vida recibe.
Discurre por la tierra
con la perpetua servidumbre, ufana
de cuanto el mundo encierra;
que ella la planta humana
respeta por el peso más glorioso.
Ve [al] alto mar furioso,
enséñale a sufrir selvas enteras.
su paciencia ejercita con galeras;
y en las horas ardientes,
en venganza del sol, bebe las fuentes;
y el pueblo de los ríos
imita en resbalar sus campos fríos;
y por sendas extrañas,
[obediente a tu vida,
por más grato reparo a tus entrañas,]la parte más remota y escondida,
visite, nuevo alivio, al calor lento,
con sucesiva diligencia el viento.
Estos corteses elementos trata:
blando aire, tierra humilde, mar de plata;
las soberbias del fuego reverencia,
y teme su inclemencia.
De hierro fue el primero
que violentó la llama
en cóncavo metal, máquina inmensa.
Fue más que todos fiero,
digno de los desprecios de la Fama.
Éste burló a los muros su defensa;
éste, a la muerte negra, lisonjero,
la gloria del valiente dio al certero;
quitó el precio a la diestra y a la espada,
y a la vista segura dio la gloria,
que antes ganó la sangre aventurada.
La pólvora se alzó con la vitoria;
della los reyes son y los tiranos;
ya matan más los ojos que las manos;
y con ser cuantas vidas goza el suelo
merced del fuego, corazón del cielo,
después que a su pesar el bronce habita,
muchas más vidas que nos da nos quita.


Deja, no solicites
las impaciencias de la llama ardiente;
y al polvo inobediente
que él arda disimules, no le incites.
Derribará la torre y la muralla,
vencerá la batalla,
y dejará afrentadas
mil confianzas de armas bien templadas.
Será la gloria suya;
suya será también la valentía,
y sola la osadía
y la malicia quedará por tuya.
Si la afición te mueve
del nombre de ingenioso, porque hallaste
al hombre muerte, donde no la había,
al estudio del miedo se le debe
la traza con que solo descansaste
de tantos golpes a la muerte fría.


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