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Jácaras

AÑASCO EL DE TALAVERA (857)

AÑASCO EL DE TALAVERA (857)

Añasco el de Talavera,
aquel hidalgo postizo
que en los caminos, de noche,
demanda para sí mismo;


quien no tuvo cosa suya,
sin ser liberal ni rico,
hallador de lo guardado,
santiguador de bolsillos;


el que en Medina del Campo
hizo de vestir al vino,
sastre de azumbres y arrobas,
ropero de blanco y tinto,


con el cuello en el sombrero,
y en la espada el capotillo,
lenzuelo por quitasol.
y a la brida en el camino,


por daga la calabaza,
puñal de la sed büido,
desmallador de los quesos,
pasador de los chorizos,


cuando el dios calentador,
Barbarroja de epiciclos,
en la contera del mundo
se está haciendo mortecino,


después de soplar un canto,
para sentarse más limpio,
habiendo con el pañuelo
deshollinado el hocico,


desabotonando el trago
a un tiempo con el vestido,
a puras calabazadas
se descalabró el gallillo;


y vueltos ojos de gallo
los ojos amodorridos,
acostados en el sorbo,
ya ballesteros, ya bizcos,


viendo cerrada la manfla,
con telaraña el postigo,
el patio lleno de yerba,
enternecida les dijo:


«¡Oh mesón de las ofensas!
¡Oh paradero del vicio,
en el mundo de la carne,
para el diablo, baratillo;


»en donde los cuatro cuartos
han sido por muchos siglos
ahorro de intercesiones,
atajo de laberintos!


»¿Qué se hizo tanto padre
de sólo apuntados hijos?
¿Dónde fue el pecar a bulto,
si más fácil, menos rico?


»En ti trataba el dinero
como quien es al delito,
costando unas bubas menos
que una libra de pepinos.


»Yo conocí la Chillona
en aquel aposentillo,
más tomada que tabaco,
más derretida que cirio.


»¿Quién vio la Maldegollada,
rodeada de lampiños,
cobrar el maravedí
después de los dos cuartillos?


»La Chaves, Dios la dé gloria,
me parece que la miro
pasar parches por lunares
y gomas por sarpullido.


»¿Dónde irán tantos calcillas,
pecadores de improviso,
que, a lo de porte de carta,
compraban los parasismos;


»los bribones de la culpa,
que acudían los domingos
a la sopa del demonio,
bordoneros de entresijos?


»Sin prólogo de criadas,
gozaron los mal vestidos;
ni dueña pidió aguinaldo,
ni escudero vendió silbo.


»Costaba el arrepentirse
vellón, y no vellocino;
hizo el infierno barato:
los diablos fueron amigos.


»Era el pecado mortal
en ti de extraño capricho,
pues, por cualquiera cascajo,
nos dejaban meter ripio.


»La esperanza quitó el luego,
los celos quitaba el sitio;
poco dinero, la paga;
el entre, mucho martirio.


»Los deseos supitaños,
el colérico apetito,
¿adónde irán que no aguarden
el melindre o el marido?


»Pecados de par en par
ya se acabaron contigo,
y, no siendo menos, son
más caros y más prolijos.


»Aquí fue Troya del diablo;
aquí Cartago de esbirros:
aquí cayó en un barranco
el género femenino.»


Levantóse de tres veces,
y mal despierto de cinco,
llevando el vino muy mal,
pegó mosquitos al río.


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