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Idilios

¿AGUARDAS POR VENTURA (384)

¿AGUARDAS POR VENTURA (384)

¿Aguardas por ventura,
discreta y generosa Casilina,
a que la edad madura,
y el tiempo codicioso, que camina,
roben, groseros siempre en sus agravios,
oro a tus trenzas, perlas a tus labios?


¿Aguardas que los días
le pierdan el respeto a tu belleza?
¿En qué deidad confías,
viendo la ociosidad y la pereza
que los años han puesto en tu cabello,
que antes volaba libre por el cuello?


En tu rostro divino
ya se ven las pisadas y señales
que del largo camino
dejan los pies del Tiempo desiguales;
y ya tu flor hermosa y tu verano
padece injurias del invierno cano.


Un robre se hace viejo,
y una montaña.  Goza tu hermosura,
antes que en el espejo,
con unos mismos ojos, tu figura,
Casilina, la mires y la llores,
debiéndoles el fruto a tantas flores.


Goza la luz del día,
que no hay rienda que pare al Tiempo leve;
y es tal su tiranía,
que ningún ruego ni oración le mueve.
Atropella tesoros y belleza;
ni vuelve atrás, ni aguarda, ni tropieza.


Y vendrá la triste hora
en que, mustio el semblante idolatrado,
que invidiaba la aurora,
dirás: «¿Por qué en mi tiempo celebrado
no tuve este deseo agradecido,
o ya no tengo el rostro que he tenido?»


Entonces, pues, tu mano,
facción no hallando digna de respeto
en tu semblante cano,
ni de la rosa aquel color perfeto,
se atreverá a tu frente ya arrugada,
y contra tus despojos será osada.


¿Por cuánto no querrías
llegar ociosa a iguales desengaños,
a tan amargos días,
a fin tan triste de tan dulces años,
donde aun la flor del ánimo se pierde,
a tal invierno de una edad tan verde?


Pero cuando, obstinada,
llegues a los umbrales de la muerte,
si con la voz turbada
me llamares, iré gozoso a verte;
y Fabio gozará en tu paraíso,
ya que no lo que quiere, lo que quiso.


La beldad huye muda;
goza de tu florida edad lozana;
que ni Venus desnuda,
ni ceñida dos veces tu Dïana,
valdrán para agradarme y agradarte,
sin que una martirice y otra harte.


Coronemos con flores
el cuello, antes que llegue el negro día.
Mezclemos los amores
con la ambrosia mortal que la vid cría.
Y de los labios el aliento flaco
nos acuerde de Venus y de Baco.


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