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Satiras

SI EL TIEMPO QUE CONTIGO GASTÉ LLORO (626)

SI EL TIEMPO QUE CONTIGO GASTÉ LLORO (626)

ARREPENTIMIENTO DE LA AMISTAD QUE HABÍA TENIDO
CON UNA MUJER A QUIEN HIABÍA DEJADO


SÁTIRA


Si el tiempo que contigo gasté lloro,
¿qué haré, Marica, el oro
Pues es tal mi tormento,
que igual pena me dan, y sentimiento,
las cosas que te di por regalarte
y los cachetes que dejé de darte.


Juzgué, cuando por rara te vendías,
que diez piernas tenías,
seis barrigas, dos frentes,
y eres, al fin, como las otras gentes:
tienes una barriga, un cuerpo, un cuello,
que no hay sastre ni picaro sin ello.


Si te gozaba yo, tú me gozabas;
si te hablaba, me hablabas;
si la mano te asía,
también te holgabas con la mano mía.
Pues ¿qué ley manda, niña, o qué alcalde
que valgas tú dinero, y yo de balde?


Dícenme que te quejas a las gentes,
ya sin muelas ni dientes,
de que tu amor trompero
no hirió mi corazón por ser de acero.
¡Cómo saben mis ojos que te olvidas,
pues me diste en la bolsa las heridas!


Dísteme celos, dábate perdices.
¿Y aún gruñes y maldices?
¿Quisieras tú, señora,
que me estuviera dándote hasta ahora?
Ya estoy en mi jüicio y en mi seso,
y estimo más un cuarto que [no] un beso.


He conocido ya que el mundo es necio;
tite quien busca precio;
que para ser amante,
me ha[s] de querer a mí de aquí adelante.
Y así averiguaremos por qué fuero
es más puto que el tuyo mi dinero.


Respóndesme soberbia y arrogante,
en viéndome delante
triste, escueto y mondado,
que por lo menos tú no me has pelado,
siendo lo mismo, cuando así esto pase,
pegarme enfermedad que me pelase.


Confiesa todo el mundo que me diste
más que [me] prometiste.
Digan niños y locos
que no eres mandapotros y dapocos;
antes, pues sin mandar das en echarlos,
te llamen la dapotros, sin mandarlos.


Holgarme sólo quiero
cuando gozo, Marica, tus despojos;
no me vuelvas los ojos;
lo que te di me vuelve, y mi dinero.
Descarguemos en tales ocasiones
tú la conciencia y yo mis compañones.


[Muy] linda cara tienes,
no hay quien en gracia y en beldad te exceda,
mas si con mi moneda
te vas, ¿por qué me juras que ya vienes?
Si eso llamas cumplir, ya yo te digo
que no me cumple a mí cumplir contigo.


Si conmigo te echaste
y luego con la carga que es pedirme,
si no bastó exprimirme,
el mismo Bercebú contigo gaste:
que te compró tan cara mi pecado,
que soy, hecha la cuenta, el fornicado.


Tus piernas me encareces,
en el tendellas, más que en alaballas;
enteras te las hallas,
después que las columpias y las meces.
¿Qué mercancía es ésta, que la entiendes,
que te quedas con ella y me la vendes?


Por mirar con los ojos,
los ojos llevas, joyas y vestidos;
más los quiero tullidos,
con muletas estén de puro cojos,
ojos, que haciendo sendos ademanes,
descargan más que veinte ganapanes.


Al brión y extranjero,
al sastre virgo vendes pespuntado,
al pobre alabardero,
que por lo mesurado,
en Roma le encajaste, de so capa,
virgo decimoquinto, como Papa.


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