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Quintillas

SOLA ESTA FIESTA EN MI VIDA (675)

SOLA ESTA FIESTA EN MI VIDA (675)

Sola esta fiesta en mi vida
he visto que tenga traza
de ser hecha con medida,
pues viene bien a la plaza,
por ser de grande caída.


No hay aquí que mormurar
jinete invidioso, y perro
valiente de paladar.
Guardarse es caer en hierro;
caer, guardarse de errar.


Al toro es fuerza buscarle
con diligente talón,
y es gala solicitarle;
que el ¡Úcho ho!, y aguardarle,
denota lejos y halcón.


Si con decir que cayeron
los quisieran deshacer,
respondan los que lo vieron
que los serafines fueron
inventores del caer.


Esto sí ha sido extremarse
en rejones y en heridas,
y a todos aventajarse,
pues salieron a tomarse
con los toros a caídas.


Los letores del toreo,
gradüados de balcón,
que en salvo vierten poleo,
tienen parlado rejón
y muy poquito peleo.


No hay regatear aquí,
el buscallo o recibillo
al toro más baladí:
que si hay «Torillejo hosquillo»,
ha de haber el «Vente a mí».


El juzgar no es valentía,
garnacha de los balcones;
Caballero Yoharía
y suertes en profecía
no acreditan los rejones.


De lo de suerte perfeta,
Sástago, con gran decoro
anduvo; y cuando la aprieta,
al son de la castañeta
del rejón, bailaba el toro.


Novicio tan atinado,
que ha enseñado a profesar
de punta y tajo volado;
cuerdo sin titubear,
y valiente sin cuidado.


Las puntas de sus rejones
contaron los remolinos
(como dicen, los botones)
a los cornudos leones,
a los toros más mohínos.


No fue desdicha, fue hazaña
caer, cuando socorría
al que valiente acompaña;
si a caballo rayo ardía,
en cayendo fue guadaña.


No se anudó en remolinos
de los pícaros vecinos;
silla, no color perdida,
descosió al toro la vida,
y a la sangre los caminos.


Riaño dio, repetida,
grande y dichosa caída;
mas súpose desquitar
de suerte, que pudo dar
la suerte por bien venida.


Venganza sin alharaca,
cuchilla sin prevención
y galope sin matraca:
hombre que la espada saca
sobre la satisfación.


Gaviria, en forma de Arturo,
por lanza un pino sacó;
valiente estuvo y seguro:
si el animal le temió,
él fue cuerdo, y él fue muro.


Cayó Gaviria este día,
como otras veces solía:
que el caer sigue al llegarse;
y el acechar, y apartarse,
es de caballero espía.


Del rejón no digo nada,
pues con él dibujo hacía
el toro, a pura picada,
nube de la cuchillada,
que sin escampar llovía.


A buena resolución,
rostro seguro y sereno,
cáigale mi bendición:
caer en la plaza es bueno,
y malo en la tentación.


Los valientes se arriesgaban,
despreciando mortuorios;
y según bamboleaban,
parece que toreaban
los cuartos de los Osorios.


Tú, que a torear te obligas,
y juzgas con buena fe,
si cayeren como hormigas,
advierte bien que no digas:
«De este toro no cairé».


Y si quieres parecer
de este ejercicio maestro,
acomete sin temer,
y reza del Padre Nuestro
el «No nos dejes caer».


No has de venir a guardallo
al rocín sobre que estás,
pues vienes a aventurallo:
cae de tu asno, y sabrás
caer bien de tu caballo.


Quien no tiene por hazaña
caer, quien se aventuró,
acuérdese, pues se engaña,
que cayó Troya y cayó
la princesa de Bretaña.


Beldad, como por despojo,
van en copla a vos las vidas
que defiendo con enojo.
Y ¿quién puede, sino un cojo,
abogar por las caídas?


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