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Bailes

TODO SE LO MUQUE EL TIEMPO (865)

TODO SE LO MUQUE EL TIEMPO (865)

 

Todo se lo muque el tiempo,
los años todo lo mascan,
poco duran los valientes,
mucho el verdugo los gasta.

Son nuestras vidas un soplo;
hácennos grande ventaja
las vidas de los corchetes,
que de cien mil soplos pasan.

Vimos a Diego García,
cernícalo de uñas blancas,
soplavivo y soplamuerto,
árbol seco de la guanta;

alguacil que de ratones
pudo limpiar toda España,
cañuto disimulado
y ventecito con barbas.

Reinando en Andalucía
Butrón el de Salamanca,
so el poder de la Villodres,
floreció el buen Marco Ocaña.

Más hombres asió que el vino;
más corrió que las matracas;
más robó que la hermosura,
más pidió que las demandas.

Fueron galgos del verdugo,
que le trujeron la caza,
Móstoles el de Toledo,
Obregón el de Granada.

Carrascosa, en Alcalá,
era duende de la manfla;
hombre que a un sello en el golpe
le quiso quitar las armas.

En Sevilla, Gambalúa
fue corchete de la fama,
ventalle de las audiencias,
fuelle de todas las fraguas.

Con la muerte de estos vientos,
el mundo se quedó en calma;
mas toda pluma es ventosa
y todo alguacil la saja.

¡Quién vio a Gonzalo Jeñiz,
a Gayoso y a Ahumada,
hendedores de personas
y pautadores de caras;

al Garcés, en la hermosura,
Olmedo el de Calatrava,
en el pescuezo de un remo
estirándose las palmas;

en Zaragoza la bella,
a Martín de Santa Engracia,
que hizo los gigantones
con el verdugo en la plaza!

¡Quién vio a Perico de Soria,
sastre de vidas humanas,
matar con un agujón
más hombres que el beber agua!

Después, en cabo de Palos,
dio el pobrete con su barca,
y hecho racimo con pies,
se meció de mala gana.

Siguióle Lucas de Burgos,
y su hembra la Chicharra
de pena vendió mondongo
un año en la Jamardana.

El Tonelero acabó,
y el Afanador de Cabra
de un sonecillo de suela
repicado en las espaldas.

De un torniscón de una losa,
Pantoja, flor de la altana,
murió: lloráronle todos
los que navegan en ansias.

En Valladolid la rica,
campó mucho tiempo Malla,
y su Verenda gozó
el reino de las gitanas.

Mandáronle encordelar
los señores la garganta,
y oliendo las entrepiernas
al verdugo, perdió el habla.

De enfermedad de cordel,
aquel blasón de la espada,
Pero Vázquez de Escamilla,
murió cercado de guardas.

Fue respetado en Toledo
Francisco López Labada,
valiente de hurgón y tajos,
sin ángulos ni Carranza.

Pasaron estos jayanes,
y los que siguen su manga,
por ellos, con vino tinto,
enlutada sed arrastran,

y entre lágrimas dormidas
por sus cuerpos y sus almas,
hacen el cabo de tragos,
y el túmulo, de las tazas.

Veis aquí a Escarramán,
gotoso y lleno de canas,
con sus nietos y bisnietos,
y su descendencia larga.

Del primero matrimonio
casó con la Zarabanda,
tuvo al ¡Ay!, ¡ay!, ¡ay! enfermo,
y a Ejecutor de la vara.

Éste, andando algunos días
en la Chacona mulata,
tuvo a todo el Rastro viejo
y a los de la Vida airada.

El Rastro viejo casó
con la Pironda, muchacha
de quien nació Juan Redondo,
el de la rucia y la parda.

Juan Redondo fue soltero;
tuvo una hija bastarda,
que llaman la Vaquería,
mujer de buena ganancia.

Por ella de Escarramán
tienen por hembra la casa
las Valientas y Santurde
en el baile de las Armas.

Hecho está tierra el buen viejo,
y, con todo, no se hallan
sin sus bailes los tablados,
sin sus coplas las guitarras.

Y para que no se acabe
su familia ni su casta,
y porque los gustos tengan
rumbo y fiesta, baile y chanza,

en la ciudad de Toledo,
donde los hidalgos son,
nacido nos ha un baílito,
nacido nos ha un bailón.

Chiquitico era de cuerpo
y grande en el corazón;
astilla de otros valientes;
chispa de todo furor.

Mató a su padre y su madre,
y un hermanito el mayor;
dos hermanas que tenía
puso al oficio trotón.

Una puso en la taberna
para todo sorbedor;
la otra, por más hermosa,
llevó a ganar al Cairón.

La niña, como novata,
no sabe navegar, no;
y el rufián, como es astuto,
dábale aquesta lición:

«Yo soy el rufián Tasquillos,
el rufián Mendrugo soy;
todo valiente barbado
oiga a lampiño dotor,

»Valientes que por su pie,
teniendo ya treinta y dos,
se fueron, como a la pila,
a lo penoso y rigor,

»son valientes convertidos:
sólo soy valiente yo,
que en el vientre de mi madre
ascuras tuve cuistión.

»En el nombre de Maladros,
nuestro padre fundador,
sea, niñas, el daca y daca
tema de vuestro sermón.

»»¡Vive el dador!», dicen todos
desde que el mundo nació;
mas «el prometedor vive»,
no lo ha dicho humana voz.

»De oficiales y tenderos,
y de todo cosedor,
todo dinero es dinero;
no tiene casta el doblón.

»El dinero del judío
y el dinero del señor,
todos prueban de la bolsa;
todos de un linaje son.

»Moneda que no se toma
es la moneda peor:
poco dinero, es dinero;
un real con otro, son dos.

»Para ser mujer de prendas,
toma prendas de valor,
vida, y ásete a las ramas:
que prendas dineros son.

»No haya almuerzo ni merienda,
comida ni colación,
pues por desquitarla el dueño
come más que un cavador.

»Cajeros de ginoveses
regalado peje son;
esponjas para sus amos,
que, apretadas, dan licor.

»Vejecito escribanía,
pues que, bien mirado al sol,
es tinta y papel su barba
de la pluma que guardó.

»Mancebito perniborra,
dulcísimo paseador,
conjúrale como a peste
y échale en otra región.

»Caballero linajudo,
desabrigado amador
que paga en genealogías,
métase a coronicón.

»Donosos y bien hablados,
todo cuerpo bailador,
gaste con otro las gracias
y contigo el talegón.

»Señoría, si es Venecia
o Génova, buenas son:
que hay señorías caninas
y título ladrador.

»No titularás en vano,
es mandamiento mayor:
más vale doblón picaño
que príncipe sin doblón.»

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