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Varios (Poesias)

ALGUACIL DEL PARNASO, GONGORILLA (841)

ALGUACIL DEL PARNASO, GONGORILLA (841)

Alguacil del Parnaso, Gongorilla,
pues vives de las décimas que haces
y en los conventos pasces,
gorra de otra capilla en la capilla;
si Guadarrama no, ya Calcaborra,
o tus desvergonzadas canas borra
o envejece los dijes de tu seso;
la contrición suceda a lo travieso:
no te halle la muerte en esos labios,
u en esos cortezones,
en vez de misereres, coridones.
Tu décima he leído
contra el cojo poeta esclarecido.
Yo, que su ingenio admiro, no su paso,
no hago de ti caso;
que si de ti le hiciera,
cecina del Parnaso,
musa momia, famélica figura,
darte seiscientos garrotazos fuera,
para lo que tu chola merecía,
poca palestra a la región vacía.


No sea griego Quevedo, sea troyano,
mas en romance, ingenio soberano.
No sea Lope latino,
mas fecundo escriptor, dulce y divino.
No sea fra[n]cés Juan Pablo;
¿estás contento, diablo?,
y solamente tú, Matus Gongorra,
cuando garcicopleas Soledades,
francigriega[s] latinas necedades;
siendo así (Mendocilla me lo dijo)
obras ambas de artífice prolijo.


Dime, orejón poeta,
ver que se celebrara
de Quevedo el ingenio y la mollera,
¿de tanta invidia era
para que, magras las quijadas rancias,
en ti le persiguieran a porfía
de un gerifalte boreal arpía?
Trata de extremaunción y no de musas,
que escribes moharraches,
Bosco de los poetas,
todo diablos y culos y brag[u]etas,
que con tus decimillas,
adjetivas demonios y capillas;
contra el púlpito flechas,
contra Florencia escribes,
y dicen lenguas ruines
que de atrás os conocen florentines.
Dejas pasar sin décima
al otro don Francisco,
que allá en Caramanchel tuvo su aprisco;
que de tu coche hizo sinagoga
y de entre tu manteo y tu sotana
la Sancta le agarró cierta mañana,
¿y al don Francisco sin Moisén copleas?
La vieja ley, carroño, lisonjeas.
¡Oh junta, culta sí, mas deshonesta,
a los rayos de Júpiter expuesta!
Dejad estas contiendas,
porque ya de vosotros
anda entre el judïazo y entre el juego
humo anhelando el que no suda fuego.
Sacerdote de anillo,
de cuantas veces truecas la comida,
trueca una vez la bufa, otra la vida.
Pues es tal por de dentro
tu cuerpo, ¡oh rapacilla calavera!,
que la propria comida se hace afuera;
y por no estar tan mal aposentados,
por tu boca reculan los bocados.
Pues tu lengua maldita,
que en Esgueva aprendió tan bajo oficio
(profesó ya de paño de servicio),
sus diligencias hace
por no estar en tu boca, Dios la oiga;
y a las señas que hace de ahorcado,
sólo falta el verdugo; y yo sospecho
que te fuera consuelo,
según eres de sucio, si se advierte,
por ver un culo al trance de tu muerte.
Duélete de ti proprio,
pues tienes las quijadas
en esa nuez, que alguna vez fue cara,
impenetrable casi a la cuchara.


A los pies de Quevedo
estás siempre en soneto y remoquete:
Luisillo, cosas tienes de juanete.
Musas merlincocayas bisabuelas,
meted al viejo adunco, si canoro,
vuestros corchos por uno y otro poro.
Pues ¿qué hiciérades todas,
viéndole presidir en un garito,
cuando, pidiendo naipes y barato,
a bocados y coces
número crece y multiplica voces?
Mas en las caduqueces que publica
quiere, sin admitir los desengaños,
que en letras pocas, lean muchos años.
[Que] ya envenena mucho cuanto toca
el prodigioso fuelle de su boca.


No es tu ración de Córdoba, entrevelo;
que tus embestiduras y tus bribias
dicen a los que somos cordobeses
que la tuya es ración de los marqueses.
Muda costumbres antes que pellejo,
si tu neutralidad sufre consejo.
Paréceme que llamas como sueles,
tú y esotro mancebo de la honda,
un paladín de sienes que responda,
un marido linter[n]o,
breve de barba, duro no de cuerno.
¿Quién sino Satanás batir pudiera
berrendo y reverendo, y un judío
que se quemaba de mirar el río?
¿Quién pudo adjetivar sino tú solo,
que al vicio das la boga,
púlpito con garito y sinagoga?
Por eso, en insolente desatino,
sólo te codició Paraviclno.
Y págalo Quevedo
porque compró la casa en que vivías,
molde de hacer arpias,
y me ha certificado el pobre cojo
que de tu habitación quedó de modo
la casa y barrio todo,
hediendo a Polifemos estantíos,
coturnos tenebrosos y sombríos,
y con tufo tan vil de Soledades,
que para perfumarla
y desengongorarla
de vapores tan crasos,
quemó como pastillas Garcilasos:
pues era con tu vaho el aposento
sombra del sol y tósigo del viento.


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