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Silvas

ESTE DE LOS DEMÁS SITIOS NAR[ ÍS ]O (202)

ESTE DE LOS DEMÁS SITIOS NAR[ ÍS ]O (202)

Este de los demás sitios Narc[ís]o,
que, de sí enamorado,
sostituye a la vista el Paraíso,
adonde dotó el año culto el prado
cuanto elegante el sol produce y cierra,
parte del cielo que cayó en la tierra;
adonde, con viviente astrología,
los ojos de la noche pinta el día,
en quien las flores y las rosas bellas
dan retrato y envidia a las estrellas,
pues cada hoja resplandece rayo,
y cada tron[c]o por abril es mayo;
donde para vestir de verde obscuro
cuatro álamos de Alcides,
fecundo matrimonio de las vides,
el gasto de esmeralda es de manera
que se empeña en vestirlos primavera;
aquí, encendido en hermosura el suelo,
se pisa valles y se goza cielo,
en quien reina el verano,
de las horas tirano,
y alterando a los tiempos el gobierno,
de traje y condición muda el invierno,
pues sus jardines en su cumbre breve
de mosqueta los nieva, no de nieve.
Sus calles, que envanecen azucenas,
de f[r]agrante vejez se muestran llenas,
y el jazmín, que, de leche perfumado,
es estrella olorosa,
y en la güerta espaciosa,
el ruido de sus hojas en el suelo
la Vía Láctea contrahace al cielo;
que, a ser mayor, sin duda, en los vergeles,
despreciara el piropo a los claveles.
Allí se ve el jacinto presumido
reinar enternecido,
libro escrito con sangre enamorada,
que razona con hojas
en hojas de las hojas,
que canceló el Amor con sus arpones,
adonde los colores son razones.
Aquí la fuente corre bien hallada,
tal vez canta en las guijas, tal suspira,
y en traje de corriente suena lira.
Músico ramillete
es el jilguero en una flor cantora;
es el clarín de pluma de la aurora,
que, por oír al ruiseñor que canta,
madruga y se desvela,
y es Orfeo que vuela
y cierra en breve espacio de garganta
cítaras y vigüelas y sirenas.
óyese mucho, y se discierne apenas,
pues átomo volante,
pluma con voz y silbo vigilante,
es órgano de plumas adornado,
una pluma canora, un canto alado,
el consüelo que sus voces deja.
A Floris se convida como abeja:
que la caza en lo ameno destas faldas,
se alimenta de flores y guirnaldas.
Desprecia por vulgares los tomillos,
dejando los olores que presumen
por pomos, que los vientos los sahúmen,
y la perdiz, que, ensangrenta[n]do el aire
con el purpúreo vuelo,
de sabroso coral matiza el suelo,
ya pájaro rubí con el reclamo,
lisonja del ribazo,
múrice volador esmalta el lazo,
y tal vez por el plomo que la alcanza,
con nombre de sus hijos disfrazado
en globos enemigos,
ya golosina ofrece sus castigos,
y en la mesa es trofeo
quien fue llanto en la mesa de Tereo;
y lisonjero a Venus por hermoso,
y a la muerte de Adonis religioso,
no admite por memoria de su vida
el bosque al jabalí por homicida:
que sabe este distrito
ser fértil como hermoso sin delito.
Consejo tan honesto
se le dio aquel castillo,
que, bati[d]o de bárbaros guerreros,
es proceso de infames Comuneros,
en quien las faltas de su fe traidora
se cuentan y se exaltan
en las piedras y almenas que le faltan.
Aquí, reconocido,
don Gonzalo Chacón esclarecido,
palacio fabricó sublime y claro,
donde aquel maridaje, al mundo raro,
de Isabel y Fernando descansase.
Fernando, aquel monarca cuyo seso
burló los escuadrones,
y a todas las naciones
fue lazo alguna vez, alguna peso;
Isabel, reina, en quien se vieron todos
heredar y exceder los reyes godos.
Este palacio eterno padrón sea,
que ameno y rico el fin del mundo vea,
a pesar de mudanzas y diluvios;
y blasón del señor de Casarrubios
haberle edificado,
y haber sido privado,
con tan grande alabanza,
de rey, cuya privanza
la alma califica
y hace la vida afortunada y rica:
pues es cosa constante
que busca la afición su semejante:
verdad en que a su rey y a don Gonzalo
con gloria y con respeto los igualo.


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