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Varios (Poesias)

EL INSTRUMENTO ARTÍFICE DE MUROS (291)

EL INSTRUMENTO ARTÍFICE DE MUROS (291)

ESTROFA


A DON JERÓNIMO DE MATA


El instrumento artífice de muros,
que con acentos puros
sonoro fabricó con cuerdas nuevas
el miedo al mundo y la muralla a Tebas;
el que del ancho mar en los confines
primero domador fue de delfines,
jinete de los golfos, y el primero
que introdujo en el mar caballería,
domando escamas en el Ponto fiero;
tanto pudo la voz y la armonía
del mancebo de Tracia,
que tanto a las corrientes cayó en gracia,
que el cristal diligente emperezaron,
y su curso en su lira aprisionaron;
a quien los montes fueron auditorio,
y séquito y aplauso el territorio;
cuya lira en el cielo,
querellosa del suelo,
sonora resplandece,
resplandeciente suena, y aparece
con ardiente armonía
de canoras estrellas fabricada,
divirtiendo en las sombras, regalada,
con acentos de luz, la ausencia al día,


ANTIESTROFA


menos que vos hicieron;
señas de vuestra mano al mundo dieron,
si en vuestra lira, Mata generoso,
halla el amor reposo,
y sueño los cuidados,
siempre en ojos amantes desvelados;
olvido los dolores,
tregua los invidiosos amadores,
y, mágico sonoro bien seguro,
con fuerza de conjuro,
las almas que suspende en los vivientes,
traslada a los peñascos y a las fuentes,
y con cuerdas sirenas
adormece las penas.
Bien con voz dolorosa pudo Orfeo,
por divertir su ausencia y su deseo,
músico suspender, regalar tierno
las penas del infierno;
mas vos, en Amarilis desdichada,
con voz más dulce y cuerda más templada,
suspendéis (tanto el cielo honraros quiso)
el infierno en el propio paraíso.


EPODOS


El rey de ríos, líquido monarca,
de sus arenas Midas cristalino,
muro cortés, que la ciudad abarca,
y no la ciñe, por dejar camino;
Tajo (que nace fuente,
de, pinos coronada cuna y frente,
para morir glorioso,
ya remedando el piélago espantoso,
dentro del monumento de los ríos,
mar dulce coronada de navíos)
bien al Ebro imitara,
y a escuchamos volviera y se parara;
mas de las aguas suyas generosas,
por volveros a oír, las que pasaron
dan priesa a las que vienen codiciosas;
y éstas a las primeras que llegaron,
y ellas a las que os oyen, de manera
que a sí misma se estorba la ribera.
¡Dichosa tú, que fuiste desdichada
para ser tan dichosa,
ya escrita, ya cantada,
en verso culta, y elegante en prosa!
Pues pudiera, Amarilis, tu belleza
(tan feliz desventura padeciste),
de no haber sido triste,
tener mayor tristeza;
y así, debes, señora,
de tu tristeza estar alegre agora.


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